
Estos niños, ya sean índigo, cristal, arcoíris o diamante, son los llamados a elevar la frecuencia vibratoria tanto de la tierra como de los seres que habitamos en ella, a través del amor incondicional.Es por eso que hoy en día podemos ver que los niños autistas, por ejemplo, están naciendo en muchas familias del planeta, ya que ellos vienen con un trabajo específico, vienen al encuentro con su Ser Superior como seres encarnados en esta tierra. No es un trabajo fácil, pero ellos amorosamente lo han decidido así, eligiendo a sus padres, quienes deben trazar el camino liberándolos de los prejuicios e ignorancia de la sociedad actual. Ellos saben que a quien deben escuchar realmente en su camino a la evolución es a ellos mismos, por eso su silencio es extremo. No se ensucian con lo exterior, ellos viven en otra sintonía, muy distinta a la que todos nosotros estamos acostumbrados a vivir.


Escuchemos a nuestros niños, ellos recuerdan cuál es su misión. Con el tiempo lo olvidan, porque estructuramos tanto sus vidas que los convertimos en un zombie más de esta sociedad. El regalo más grande que les podemos dar es escucharlos, el dejar que ellos nos guíen en la vida, mostrándonos su gran potencial como seres humanos. A través de ellos podemos encontrar muchas veces nuestro propio camino.
Todo es perfecto, todo está trazado de manera hermosa e inteligente, y ellos son quienes nos están diciendo a gritos que todo esto tiene que cambiar, que está cambiando, pero nos necesitan para seguir trazando su camino.
Escucha a tus hij@s, obsérval@s, juega con ell@s, pinta, ensúciate, baila (¡no reggaetón, por favor!), enséñales a cantar, medita, conversa, dale las gracias por ser tu hij@, pregúntale: ¿cómo lo pasaste? En vez de preguntarle, ¿cómo te fue? Date un tiempo para aprender más de esos pequeños maestros que te eligieron en su camino al despertar.